lunes, 27 de junio de 2011

Apasionante debate de César Vidal con los Palmaris sobre las figuras de Tomás Moro, Miguel Servet y Calvino



Como integrante del grupo de la Llanura de Palmaria, me permito la licencia copiar los extractos de este apasionante debate acaecido durante los meses de octubre y noviembre de 2009.


CÉSAR VIDAL, 27 DE OCTUBRE DE 2009.
Robert Bolt escribió Un hombre para la eternidad y transmitió una imagen de Tomás Moro que se parece escasísimamente a la verdad histórica siquiera porque omitió su pasado como torturador e inquisidor,…

CAPERUCITA
Hechos, hechos...

- En la Inglaterra de Enrique VIII no existió nunca una Inquisión reglada como fue la española, sino tribunales eclesiásticos muy benignos para la época que entendían de asuntos de herejía y -allí- de brujería. Cosa de la que la española sólo se ocupó una vez y las absolvió a todas por majaretas, lo que fue una excepción en la "civilizada" Europa.

- Sir Thomas Moore fue un ilustre abogado. No pudo pertenecer a ningún tribunal eclesiástico porque era un feliz padre de familia numerosa. Que hiciera colgar a alguno de los que acusaba y llevaba a los tribunales civiles, entra dentro de la lógica. El resto: patrañas y deseos de revancha porque se opuso a la reforma de Enrique VIII. Por eso ahora está en los altares.

CAPERUCITA 
El asunto de la Reforma era ya imparable desde las predicaciones de Juan Huss. La Jerarquía había llegado a tal extremo de degeneración que si no lo hacía Lutero lo habría hecho cualquier otro en Centroeuropa. No así en España porque Cisneros, que se las vio venir, adoptó las reformas de Erasmo antes que nadie y salvó a España de otra estúpida guerra civil. De aquí no salió un triste maravedí para las obras faraónicas papales de la época: Lo prohibió Cisneros.

UTECO

Lo de ... transmitió una imagen de Tomás Moro que se parece escasísimamente a la verdad histórica siquiera porque omitió su pasado como torturador e inquisidor, me ha dejado listopapeles. Puede que se le "haya visto el plumero" a nuestro anfitrión. Ni "siquera" le reconoce su Santidad...

Por otra parte, el que sienta por don César una profunda y casi devota admiración, no implica necesariamente que él y yo seamos una misma mente, un pensamiento único o la misma persona.

UTECO

Peeeeeero... sobre lo de las “puyitas” de don César a los católicos recuerdo lo que dice el DRAE:

pulla1.
(Del port. pulha).
1. f. Palabra o dicho obsceno.
2. f. Dicho con que indirectamente se humilla a alguien.
3. f. Expresión aguda y picante dicha con prontitud.

puya1.
(Del lat. vulg. *pugia, de pugĭo, -ōnis, puñal).
1. f. Punta acerada que en una extremidad tienen las varas o garrochas de los picadores y vaqueros, con la cual estimulan o castigan a las reses.
2. f. Garrocha o vara con puya1.
3. f. Ven. Objeto de punta afilada.
4. f. ant. púa.

Y ahora, que cada cual interprete (poniendo "ll" o "y") lo de transmitió una imagen de Tomás Moro que se parece escasísimamente a la verdad histórica siquiera porque omitió su pasado como torturador e inquisidor.

Es que las comillas pueden ir con segundas, terceras, cuartas...

Y reitero: lo de apear de los altares a Santo Tomás Moro y la retranquilla del comentario m’a dejao listopapeles... Porque uno ha leído algo sobre el autor de “Utopía” y en su humilde biblioteca atesora ciertos ejemplares de la misma (el de Joaquim Mallafré Gavaldá, el de Emilio García Estébanez y el de Agustín Miralles Carlo con Prólogo de Fernando Savater). Siendo nombrado el Santo Tomás que nos ocupa juez de paz en 1518 y en 1524 administrador de la Universidad de Cambridge, me parece que torturaría a muy, pero que muy poquitos (por el propio cargo y por su duración).

Y un dato: la Intransigencia Protestante se llevó por delante a muchísimo más personal que la Santa Inquisición.

Don César, pese a mi profunda y casi devota admiración que le tengo, le sugiero que visite su propio blog; ya sé que no le gusta, porque no es partidario de tener uno, aunque lo tenga. Pero es que Aquí habemos unos cuantos que a las "vuelas plumas" le sacamos más punta que a un "Faber-Castell" (since 1761). Baste señalar a Caperucita, EnEaS, Elmenesteo, Francisco José Delgado, FERROJOTA, Wolfson, Gandalflevieux, etc., etc., etc... (no es plan de poner la "cetera" completa).

ENEAS 

(A Uteco)

De acuerdo en muchas cosas, pero la lista es interminable, me viene a la memoria, por ejemplo y de pronto, Miguel Server, médico español y aragonés que descubrió la fisiología del sistema circulatorio, a éste le calcinaron en Ginebra creo los calvinistas.

Calvino y Zuinglio en la ciudad de Ginebra y en parte del territorio de lo que hoy es la Confederación Helvética, o sea Suiza, carbonizaron a tantas personas que, a pesar de querer disimular sus barbaridades a toda costa, poniendo como pantalla sólo las atrocidades de la Santa Inquisición no lo han logrado.

Juliano el Apóstata: parece que se te olvida que el cristianismo se extendió por el Imperior Romano a costa de mártires, todos los apóstoles de una forma u otra fueron muriendo en el suplicio; el primer cristiano– no apóstol – fue San Esteban, protomartir, lapidado en Israel, y en sus comienzos los esos mismos cristianos no tomaron ni pasaron por las armas a los habitantes ni de Medina ni la Meca ¿te suenan? ¿sabes por dónde voy?.

El Espíritu les asistía y sus predicaciones eran recibidas por las multitudes como tabla de salvación en una sociedad que andaba a la deriva espiritualmente.

Otra cosa muy distinta después, fue la evolución que en algunos lugares por intereses diversos hicieron los políticos de la época.

Ese Espíritu siempre ha estado presente, por muchas vicisitudes humanas que haya llevado pareja su historia, los valores del cristianismo están ahí, tú los disfrutas aunque no quieras, y como tú la mayor parte del mundo occidental, otra cosa es que seas capaz de reconocerlos.

Me da la sensación de que te dejas llevar por unos tics que se curarían simplemente leyendo amigo mío, leyendo y pensando por ti mismo un poquito.

Yo, personalmente estoy harto de los comecuras y de los capullos trasnochados que se han aprendido un soniquete y no lo sueltan ni queriendo.

Dede este mismo momento - para qué voy a esperar, y como muestra para mí con un botón me sobra – y después de tu carta de presentación ya sé de qué pie cojeas, por aquí han venido muchos.

CÉSAR VIDAL, 3 DE NOVIEMBRE DE 2009 
http://www.cesarvidal.com/index.php/CesarVidal/ver-blog/agora_ii_un_dislate_historico/

Señalaba alguien en relación con mi último hilo y en relación con Tomás Moro que gustaba yo de lanzar “puyitas” a la iglesia católica. Nunca se me hubiera ocurrido pensarlo, pero la referencia me permite ampliar algo lo que señalaba sobre Tomás Moro exclusivamente desde una perspectiva histórica. Que Moro era un entusiasta partidario de la tortura y de la ejecución de herejes es algo que él mismo no ocultó. Posiblemente, era casi inevitable teniendo en cuenta que una de las proposiciones de Lutero condenadas como heréticas por la bula de excomunión del papa León X es la que afirma que no debe ejecutarse a los herejes. Sé que ahora todos saben que era Lutero el que tenía razón y el papa el que se equivocaba – vamos, que no creo yo que siga habiendo católicos partidarios de enviarnos a los herejes a la hoguera - pero, obviamente, no era así en el siglo XVI y Moro era hijo de su tiempo y de su iglesia. Describir su tarea como represor de la libertad de conciencia sería tema para una voluminosa tesis doctoral y lógicamente yo no pretendo hacerlo. Sí deseo, no obstante, citar algunos botones de muestra. Como señaló el mismo Moro con satisfacción (Edición de Yale de las Obras completas, vol. 6, p. 409), Inglaterra era un “buen ámbito católico” donde los herejes durante siglos habían sido “castigados por muerte en el fuego”. Por ello, sin duda, en 1530, sometió a tormento a distintas personas sospechosas de herejía a la vez que llevaba a cabo registros como el de la casa de John Petyt en busca de libros heréticos que fueron arrojados a las llamas. Aprobó también con entusiasmo que se quemara a herejes como, por citar sólo algunos ejemplos, el sacerdote Thomas Hitton que había adoptado una posición reformada o William Tracy o Thomas Bilney en 1531, o Richard Bayfield, un benedictino que también había abrazado las tesis protestantes, o en 1532 James Bainham, otro protestante. Insisto en que no fueron los únicos y además en que Moro dejó constancia de que se complacía en la ejecución de aquellos herejes, no por sadismo sino porque creía de corazón que hacía un bien. Los paralelos con otros personajes históricos que han enviado al más allá a sus contemporáneos inspirados por un supremo bien ideológico son obvios, pero no voy a ahondar en ello. Obviamente, nada de eso se relata en ese panfleto extraordinario teatral y cinematográficamente que es Un hombre para la eternidad.

Sin duda, la figura de Moro queda redimida en no escasa medida por su ejecución a manos del rey al que había servido en la persecución de protestantes – la Historia tiene esas ironías – pero la misma iglesia católica distó mucho de fiarse de él durante bastante tiempo. De entrada, incluyó en el Índice de libros prohibidos su Utopía y quizá no tanto porque fuera un panfleto socialista sino porque presentaba como sociedad ideal una comuna deísta en la que, entre otras peculiaridades, se practicaba la eutanasia y los jóvenes se contemplaban desnudos antes de contraer matrimonio para evitar desilusiones ulteriores. Desde luego, hay que reconocer que esos puntos de vista resultan chocantes para un católico incluso de aquella época. Siempre he sospechado que esas razones llevaron a la iglesia católica a tardar notablemente en canonizarlo – ¡nada menos que cuatrocientos años! – a pesar de considerarlo mártir, pero es sólo una impresión.

En fin reitero lo dicho: nada de puyitas, pero sí conocimiento de la Historia como es y no como se ha expresado en panfletos de éxito. Por último, recomiendo como gran biografía de Moro la de Peter Ackroyd, The Life of Thomas More (Londres, Random House, 1998) quizá la mejor hasta la fecha. Hay alguna otra cuestión que provocaba mi último hilo de notable interés, pero ya me referiré a ella en una próxima entrega.

CAPERUCITA

Perfecto, don César. Pero de ahí a llamarlo "Inquisidor" con todo lo que ello implica, tribunales especiales incluidos, va un abismo. Acepto lo de inquisidor sólo en el sentido figurado de perseguidor de herejes, no en el de miembro de un Tribunal al que Moro no podía pertenecer en modo alguno.

En cuanto a lo de su canonización, estoy seguro que fue su "Utopía" lo que la frenó tantos años aunque, como usted mismo declara, su martirio justificó de sobra cualquier otra desviación de la ortodoxia que hubiera podido tener antes.

ENEAS 

A propósito de Santo Tomás Moro, quisiera D. César si me lo permite hacerle algunas puntualizaciones.

Dice usted bien cuando escribe: “… y Moro era hijo de su tiempo y su Iglesia.”

Efectivamente, el ambiente religioso en el siglo XVI era así, todos erraban, todos quemaban, como por ejemplo sucedió en la ciudad de Ginebra feudo tenebroso, donde Calvino se distinguió por su fanatismo.

Así ocurrió con Miguel Servet apóstol de la libre creencia y mártir del libre pensamiento, nacido el 29 de Septiembre de 1511 en Villanueva de Aragón, quemado vivo en Ginebra por instigación de Calvino el 27 de Octubre de 1553.

"La detención de Miguel Servet en Ginebra, donde no habían publicado, ni dogmatizado, y donde, en consecuencia, no podía ser entregado a la justicia, debe considerarse como una barbaridad y un insulto al derecho de las naciones" (Voltaire).

Miguel Servet escribía a sus jueces; "Os suplico que os plazca abreviar estas grandes dilaciones... veis que Calvino... quiere hacerme pudrir en prisión. Los piojos me comen vivo, mis calzones están desgarrados, y no tengo muda ni jubón, ni más camisas que una en jirones..."

Como podemos ver el ambiente era el que era, hoy afortunadamente superado.

UTECO

Mi muy apreciado don César, e incluso a veces imitado por admirado:

Me parece muy potente considerar UTOPIA como un un panfleto socialista.

Vamos, ni Ames Russell, que consideró a Santo Tomás como un crítico del naciente capitalismo(¿?).
Y ni Kautsky se atrevió a tanto, aun habiendo dicho de la obra que era un precedente del materialismo histórico.
Benedetto Croce ya lo advirtió: Kautsky exagera realmente, al suponer el comunismo de Moro.
Y la agudeza de don Francisco de Quevedo, de la cual es innecesario glosar, ya pilló de que iba realmente la cosa: Le fue forzoso para reprehender el gobierno que padecía, fingir el conveniente.

Las críticas a Moro, algunas me temo por ser Santo Tomás, han llegado a cotas desternillantes: en 1516 y 1517 (fechas de las primeras ediciones de Lovaina y Paris) Inglaterra carecía de Imperio marítimo; pues bien, hay quien ha visto en Moro, como Gerhard Ritter, revestidos de falsos ropajes una simple política de intereses ingleses.

Pero vayamos a lo transcendental: ¿de verdad, de verdad de la buena, alguien puede creer que Santo Tomás Moro defendiese la esclavitud, la eugenesia prematimonial, el suicidio eutanásico, el matrimonio de los sacerdotes y el divorcio (cuando sabía que su oposición al que pretendía su amado rey de Catalina de Aragón le terminaría suponiendo la muerte?). Es como pensar que George Orwell estuviese convencido de que los cerdos pueden hablar por el hecho de haber escrito Animal Farme.

Puede creer, admirado don César, lo que quiera, pero es cuando menos aventurado considerar que Utopia fue incluida en el Índiceporque presentaba como sociedad ideal una comuna deísta en la que, entre otras peculiaridades, se practicaba la eutanasia y los jóvenes se contemplaban desnudos antes de contraer matrimonio para evitar desilusiones ulteriores. Tal costumbre (que no es exactamente como la resume) es criticada severamente por el propio Moro y en la misma obra: Hunc morem quum uelut ineptum redentes improbaremus. La argumentación en contra que hacen los utopianos (que NO utópicos), a fuer de ser muy elaborada, no deja de ser un mero ejercicio retórico y forense (recuérdese la pasión del Santo por la abogacía). En cualquier caso, no debemos entenderla como una defensa entusiástica de la eugenesia prematrimonial.

Si tengo tiempo pondré algunos párrafos de NUSQUEMA, luego traducida del latín al griego como UTOPIA y que es como pasó el título de la obra a la Literatura Universal. Desde luego, la contemplación de los jóvenes desnudos, no era por evitar simplemente «desilusiones posteriores»; sería una traslación muy a la ligera del párrafo: certe tam foeda deformitas, latere sub illis potest inuolucris ut alienare prorsusanimum ab uxore queat, quum coorpore iam seiungi non liceat; y, por supuesto, en el contexto de los precedentes.

(No traduzco porque traducir es traicionar; que cada cual busque el significado que le convenga.)

Es conveniente siempre una lección completa, reflexiva y pacífica de Utopia (como de cualquier obra, claro). Y es que, las lecturas en diagonal ocasionan siempre problemas; sin ir más lejos, Aquí en Enesteloquesea, se han montado pitofios bastante considerables por tal motivo.

Si no le gustó "Un hombre para la eternidad", en su consideración panfleto extraordinario teatral y cinematográficamente, no es necesario arremeter contra Santo Tomás Moro (ni el "abogado del diablo" del proceso de su canonización habría llegado a tanto); a mí, particularmente, hay algunos gospels de los que pone en el "Regreso del Camino del Sur" que me repatean los oídos; pero no por eso me tiro contra las Iglesias Bautistas y sus coros; entre otras cosas porque creo que hacen "una buena labor social"; y, quizá, poco más.

Usted sabrá disimular, don César, y no vea ingratitud alguna por mi parte frente a la gran magnanimidad con la que Aquí me acoge; pero me gusta discutir una barbaridad; sobre todo con mis AMIGOS, y que si son CULTOS más (tengo algo de osado y ruin pendenciero). Además, por nativitate tengo una prodigiosa e inconmensurable carga de antipatía; bueno, en mi oppidum se la llama otra cosa, que define cruda y exactamente mi idiosincrasia.

UTECO

Se me quedó en el tintero:

Un dato importantísimo. Se ha criticado a Amenábar hasta la saciedad. Pero no he leído ni una sola palabra contra Hipatia. Hagamos lo mismo con "Un hombre para la eternidad".

Creo que es justo.

IURIS

Hola a todos, un pequeño obiter dicta sobre Tomás Moro: EL DERECHO NO PUEDE ORDENAR CUALQUIER COSA.

Además de su papel religioso, y yo diría que por encima de él fue un gran Jurista. Abogado y luego Juez, en ese intercambio de profesiones propio del mundo anglosajón.

Tomás Moro delimitó para su persona un pequeño ámbito de libertad: el no asentir al divorcio y a la supremacía real sobre la Iglesia fue una consecuencia de su fe. Pero el actuar de acuerdo con los dictados de la propia fe fue un verdadero acto de obediencia a la propia conciencia.
Fue un pionero de la noción de objeción de conciencia, tal y como la conocemos en la actualidad: el Derecho no puede ordenar cualquier cosa. Existen límites que debe respetar. El Estado no puede obligar a los ciudadanos, ni tan siquiera aunque la decisión emane de un Parlamento, a realizar acciones injustas o que agredan gravemente la conciencia de éstos.

Personaje como aquí se ha dicho hijo de su tiempo, con sus luces y sus sombras.

El propio Moro las reconoció en una carta a su hija cuando estaba preso en la cárcel de Londres:” Aunque estoy bien convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad”.

Pero el ser el primer jurista que formuló el derecho a la objeción de conciencia, EMHO, supera todas las “sombras” que el personaje pueda tener.

CÉSAR VIDAL, 10 DE NOVIEMBRE DE 2009

http://www.cesarvidal.com/index.php/CesarVidal/ver-blog/coronel_no_tiene_quien_lo_escuche/

De Calvino, Servet y la Inquisición

Uno de los lectores de este blog pretendió al hilo de mi último texto igualar a Calvino con Tomás Moro ya que yo había señalado el pasado poco conocido, pero innegable, de represor de la libertad de conciencia que tuvo el canciller inglés autor de Utopía. Por amor a la Historia y a la verdad me veo obligado a responder a esa afirmación que no pasa de ser un disparate, seguramente de buena fe, pero disparate.

La figura de Calvino puede gustar más o menos. Sin embargo, su influencia es extraordinaria en términos históricos en episodios positivos como la revolución puritana del s. XVII en Inglaterra, la configuración de la constitución de los Estados Unidos o el desarrollo del capitalismo. En una encuesta reciente, incluso era considerado en Francia como el segundo francés más importante de la Historia. Compararlo pues en términos históricos con Tomás Moro es una insensatez porque es comparar a un personaje de muy tercera fila como el inglés – el propio Erasmo que lo quería mucho y era amigo suyo afirmaba que no llegaba a la categoría de humanista – con un gigante que verdaderamente cambió la Historia.

Tampoco en el terreno de la libertad de conciencia existe punto de comparación entre ambos. Tomás Moro, a diferencia de Calvino, se expresó una y otra vez en contra de la libertad de conciencia e hizo todo lo que estuvo en su mano – incluyendo el uso de la tortura y de la hoguera – para impedirla en Inglaterra. No lo ocultó sino que insistió en que resultaba indispensable para salvar el mundo en que creía. Calvino, por el contrario, insistió en la defensa de la libertad de conciencia. La única excepción a esa trayectoria fue el caso de Miguel Servet. Personalmente estoy convencido de que si Servet hubiera sido ejecutado por la inquisición española que lo perseguía para quemarlo pocos lo conocerían hoy de la misma manera que pocos recuerdan los nombres de los quemados en los autos de fe de Valladolid de hace ahora cuatrocientos cincuenta años. El caso, sin embargo, es que, finalmente, ardió en la Ginebra de Calvino… aunque no por orden de Calvino sino del gobierno de la ciudad en el que el reformador no tenía cargo alguno.

Insisto en ello: según la mentalidad de la Europa católica, Servet debía arder en la hoguera y lo hubiera hecho de caer en sus manos. Desde el punto de vista de la Europa protestante – donde nunca existió una inquisición - la muerte de Servet fue repudiable y así lo expresaron públicamente personas cercanas a Calvino y otros teólogos reformados. No sólo eso. El municipio de Ginebra levantó un monumento de pública petición de perdón en honor a Servet. No puedo decir lo mismo – y pena me da como español – en relación con ninguno de los protestantes ejecutados en España por la inquisición. No sólo eso. Menéndez Pelayo se quejaba en el siglo XIX de que hubiera gente que se atreviera a recordar a los quemados en Valladolid y yo mismo, siendo niño, pude escuchar a uno de mis profesores – bellísima persona, por otro lado – asumiendo la quema de biblias protestantes como un acto obligado. Se trataba, eso es cierto, de un acto común no hace tantas décadas en España, pero que jamás se produjo en la Europa protestante. Todo esto sea dicho sin ánimo de controversia y sólo por amor a la verdad histórica.

CAPERUCITA 

Bueno, pues hilo nuevo y severa admonición para uno que yo me sé por lo de Calvino.

Nunca pretendí comparar a ese individuo con Tomás Moro. Cada uno en su lugar y ni de broma voy a poner a uno al lado del otro. Es cierto que Jean Cauvin ocupa un lugar en la Historia más destacado que el de sir Thomas; la Historia es así y sus juicios son inapelables... según quién gane o según quién tenga la mayoría. La influencia de Calvino en el mundo ha sido enorme y la de Moro muy reducida y circunscrita sólo a una minoría de intelectuales. En cuanto a su labor como torturador y malvado no le dio excesivo tiempo a ejercerla, aunque no pongo en duda que lo fuera si el testimonio viene de persona tan ilustre como don César.

Lo que no me puede negar el anfitrión es que Servet fue detenido en viernes y que el sábado, alguien advirtió a Calvino que sería puesto en libertad el lunes por falta de pruebas. Un ensoberbecido Jean Cauvin apostó por lo contrario y, al día siguiente, pronunció un encendido sermón ante los jueces que tenían en sus manos la posibilidad de liberar a Servet. En dicho sermón, sin aludir al reo, habló de los males que caerían sobre Ginebra de permitir ciertas heterodoxias ¿Él? El muy sinvergüenza, con perdón.

Servet fue quemado con leña verde para que el suplicio durase más. Unas compasivas mujeres llevaron leña seca a la hoguera para abreviarle los sufrimientos porque no se le concedió la gracia de estrangularlo antes de quemar su cadáver. ¿Y aun quiere alguien que yo me incline ante Jean Cauvin?

Ginebra erigió un monumento a Servet: A buey muerto cebada al rabo. No digo más por respeto a mi anfitrión; al fin y al cabo estoy en su casa.

ENEAS

Respecto a la discusión sobre Calvino, Santo Tomás Moro y Miguel Servet si me permite quisiera puntualizar algunas cosas.

Es verdad que Miguel Servet también estaba en posiciones encontradas con la Inquisición, pero nos quedaremos sin saber si le hubieran torturado y quemado o no, la verdad es que la historia es la que es, y si pudo suceder una cosa u otra es una cuestión en estos momentos de libre elección por mucho que nos empeñemos en llevar el agua a nuestro molino, ocurrió lo que ocurrió y ya no tiene vuelta de hoja, y fue que a Server lo quemaron los puritanos calvinistas con la aquiescencia o no de su maestro y líder, sin embargo, se me va a permitir el beneficio de la duda, dado que en aquellos momentos en Ginebra no se movía una hoja sin el consentimiento de Calvino, al menos a mí me cuesta trabajo creérmelo.

Como seguramente será bien conocido de usted la primera vez que llega a Ginebra es en el año 1536 con G. Farell, y a duras penas consigue estar dos años; la rigidez de la disciplina impuesta por aquellos dos hombres, la intolerancia, el desprecio y persecución de los que no estaban de acuerdo con ellos llegó a tal extremo que sublevó a los ginebrinos.

En 1541 invitado por Farell y el consejo de la ciudad vuelve, y reanuda y sistematiza la obra emprendida en 1538; a su favor es verdad que multiplicó escuelas e hizo el colegio de Ginebra que puso bajo la dirección de Castellion, el cual logró que fuese uno de los centros universitarios más famosos de Europa, gracias a sus métodos fundados en las humanidades grecolatinas y la exégesis bíblica.

Pero su carácter intolerante y en cierta forma fanatizado y despótico de nuevo se manifiesta y no duda en recurrir a la fuerza para imponerse.

Uno de sus predicamentos era que la Iglesia, debía exigir a los magistrados en determinados casos el castigo, incluso llegar a la pena capital para los herejes.

Poniendo en práctica tales aseveraciones y teorías hizo desterrar de 1542 a 1546 a setenta y seis personas descontentas con sus métodos y ejecutar a otros cincuenta y ocho.

También obligó a Castellion, a la sazón en un cargo similar al de rector de la Universidad de Ginebra que negaba el descenso de Cristo a los infiernos, a abandonar Ginebra.

No contento con esto hizo ejecutar, tras torturarlo a Jacques Gruet, acusado de haber redactado escritos injuriosos contra su régimen.

El 28 de octubre de 1553 condena a la hoguera a Miguel Servet, acusado de haber negado la Trinidad en su “Christiani Restitutio”.

Perseguida y aplastada toda oposición, la autoridad de Calvino en la ciudad llegó a ser omnipresente e ilimitada.

No pretendo aquí comparar a Santo Tomás Moro con Calvino, para nada, está clara la diferencia entre uno y otro, pero en honor al esclarecimiento histórico de los hechos me he permitido estas líneas.

ENEAS 

Creo que es justo puntualizar que, juzgar hechos pasados de la Historia con nuestra óptica actual y compararlos con los tiempos, costumbres y desenvolvimiento actual de la sociedad que vivimos nos puede llevar a una completa distorsión, incluso incomprensión de lo acaecido en determinados momentos históricos.

Opino, que se hace muy difícil entender al cien por cien el ambiente religioso y político de la Europa del S. XVI, esa incomprensión del momento que tratamos de ver, seguramente nos hace errar en lo más fino de nuestras conclusiones.

En el momento actual considero que lo más importante es que las ideas de propagar la fe y las creencias, ya fuesen católicas o protestantes, utilizando la severidad y la fuerza están del todo caducadas, los errores cometidos por los cristianos de esa época han de servirnos para que no vuelvan a repetirse, somos conscientes que hay un movimiento ecuménico muy importante que poco a poco va ganando terreno, a pesar, como no, de las dificultades existentes y soy moderadamente optimista al respecto.

A veces las diferencias son mínimas, cuestión de matices, y donde las posiciones en forma de dudas y desconfianzas se enconen más, confiemos en que el Espíritu nos inspire a todos, para que en nuestras mentes humanas prime la tolerancia sin renunciar a lo básico, en los tiempos que estamos viviendo y en los que vendrán falta nos va a hacer.

FERROJOTA

Don César,
Miguel Servet fue un adelantado a su tiempo, un gran polemista religioso, médico y teólogo, astrónomo, meteorólogo, matemático y geógrafo.
Algunos que hemos estudiado su obra, lo consideramos un mártir de la libertad de pensamiento y de expresión, porque fue condenado injustamente a la hoguera por los graves pecados de 1. Negar la Trinidad y 2. Oponerse al bautizo de los infantes, por defender el Bautismo en edad adulta. Básicamente. Demasiado para el puritanismo luterano y calvinista.

Y tuvo ese trágico final a la edad de solo 41 años por auténtica mala suerte. Servet fue descubierto y detenido cuando se dirigía a Italia. Casualmente hizo un alto y escala en Ginebra, sin saber que allí estaba la iglesia de Calvino.
Lo mandó detener Calvino, lo juzgó Calvino y lo sentenció a la hoguera Calvino. Pura venganza, porque Calvino si que era un inquisidor en toda regla: odiaba el librepensamiento del aragonés Servet, demasiado para la sociedad puritana del XVI.

Y me gustaría saber hasta dónde hubiera llegado la figura de Miguel Servet simplemente como filósofo, de haberle permitido Calvino vivir más años.

Resulta cuando menos muy curioso que cite usted el caso de Santo Tomás Moro como inquisidor, y nunca jamás la propaganda que presenta a los protestantes del siglo XVI como inofensivas hijas de la Caridad.
Como hombre de su tiempo y por su profesión seguramente tuvo que actuar de forma inquisitorial, en cuanto al proceso de tipo “inquisitio” que era muy habitual en aquella época.
Ahora bien, que la referencia a la tesis de Lutero sobre si se debe quemar a los herejes… En fin, bastarían unos pocos casos de represión luterana (y sobre todo calvinista), para constatar fehacientemente la poca coherencia del voluble agustino.

Por otra parte, usted conoce muy bien que la amalgama entre el luteranismo y la política de la época llevó a que se justificaran religiosamente en muy pocos años barbaridades que no habían tenido lugar en siglos anteriores...
Pues si lo sabe, no lo calle. Una verdad a medias no lo considero que sea propio de alguien de su categoría.

Siento decirlo, pero me decepciona su visión de cierta parte de la Historia, sesgada EMHO por su confesión protestante.

FERROJOTA
 
¡Qué cosas!

"Calvino, por el contrario, insistió en la defensa de la libertad de conciencia. La única excepción a esa trayectoria fue el caso de Miguel Servet."

¡YA!

¿De verdad fue ésta la única excepción? ... Doctores tiene la Iglesia..., y las iglesias.

"...finalmente, ardió en la Ginebra de Calvino… aunque no por orden de Calvino sino del gobierno de la ciudad en el que el reformador no tenía cargo alguno."

¡YA!

No tenía cargo, pero tuvo el Poder del líder para decidirlo y el poder de evitarlo. Sin su expresa intervención, sin su sermón a quienes lo "juzgaron", Servet habría sido liberado sin cargos, y nurca habría sido condenado en Ginebra.

"Insisto en ello: según la mentalidad de la Europa católica, Servet debía arder en la hoguera y lo hubiera hecho de caer en sus manos."

¡YA!

Tal vez. Pero en Italia Servet hubiera podido salvar el pellejo. O no. Chi lo sa?

Ya, ya, ya...

O sea, que viene don César a decirnos que Jean Cavin le hizo el trabajo sucio a sus enemigos de la Iglesia española, previamente a su efervescencia reformista.
YA, ya, ya, ¿para hacer méritos ante Roma?

Y qué poco sabe uno de historia religiosa. Hasta ayer pensaba yo que Calvino mandó ejecutar a Miguel Servet por venganza. Si no, ¿por qué el detalle de disponer para él de una hoguera lenta?.

¡Qué cosas!

CURRO

No seré yo quien calle ni disimule, al contrario, voy a terciar.
Caperucita tenía mas razón que un santo en lo que dijo sobre Tomás Moro, Calvino y Servet.
Como la tiene en su puntualización de hoy y en lo que calla por educación. A César le dobla en edad y sabiduría.
Me sumo a lo dicho por EnEaS y FERROJOTA y solo añado que aquellos reformadores protestantes del siglo XVI representaban la reforma reaccionaria del pretendido retorno a los orígenes y que la verdadera reforma progresista la hicieron católicos como el poverello de Asís.
Y que, hoy en día, muchos de los credos protestantes (el calvinista es de los mas conspícuos) representan el integrismo mas fanático y trasnochado de la cristiandad.
Resulta paradógico que se hayan convertido en adoradores de textos que, si son los únicos admitidos por la ortodoxia, se debe a la catolicidad nicena.

He dicho.
UTECO

EL SÍNDROME DE AMENÁBAR, o de la Historia, el ascua y la sardinita (I).


Mi admirado don César:

Al parecer va la cosa ―mejor, prosigue― de alta potencia; pero de potencia, potencia; sólo comparable a las de un Ferrari o McLaren, pongamos por casos. Y es que, si encontré muy potente considerar “UTOPIA como un panfleto socialista”, lo que a continuación extraigo sobrepasa con creces los 1.000 C.V.:

La figura de Calvino puede gustar más o menos. Sin embargo, su influencia es extraordinaria en términos históricos en episodios positivos como la revolución puritana del s. XVII en Inglaterra, la configuración de la constitución de los Estados Unidos [...]
[...] Tomás Moro, a diferencia de Calvino, se expresó una y otra vez en contra de la libertad de conciencia [...] Calvino, por el contrario, insistió en la defensa de la libertad de conciencia. La única excepción a esa trayectoria fue el caso de Miguel Servet. [...] El caso, sin embargo, es que, finalmente, ardió en la Ginebra de Calvino… aunque no por orden de Calvino sino del gobierno de la ciudad en el que el reformador no tenía cargo alguno.
[...] Se trataba, eso es cierto, de un acto común no hace tantas décadas en España, pero que jamás se produjo en la Europa protestante. Todo esto sea dicho sin ánimo de controversia y sólo por amor a la verdad histórica.

Pues, recogiendo tan amatorio guante, propongo un pequeño deambular por la VERDAD HISTÓRICA...

El Instituto de Historia de la Intolerancia (que vino en sustituir al Instituto de Historia de la Inquisición) celebró en febrero de 2004 un Congreso en Madrid y Segovia, siendo sus Actas recogidas en un libro editado en tres tomos: Intolerancia e Inquisición. Edición de José Antonio Escudero. Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, S.A., 2005.
Su introducción corrió a cargo del presidente del Instituto de Historia de la Intolerancia, precisamente el editor de la obra, don José Antonio Escudero. Y ahí entre otras cosas, decía lo que sigue:

[...]la problemática de la intolerancia inquisitorial [...] debe ser comparada y confrontada con otras intolerancias no menos intolerantes de la época[...]

Por ello, la primera parte de la citada obra se contrae a rastrear el fenómeno de la intolerancia en Europa. Y héteme aquí que me encontré con dos artículos interesantísimos: Calvino y Servet: otra forma de Inquisición, de José A. Ferrer Benimeli (Universidad de Zaragozahttp://www.elpais.com/articulo/ultima/FERRER_BENIMELLI/_JOSe_A/EXTREMA_DERECHA/J/Ferrer/Benimeli/experto/masoneria/elpepiult/19830901elpepiult_38/Tes/), pp 59-81 y La sinrazón de la intolerancia en Tomás de Aquino y Juan Calvino: su rechazo por Miguel Servet, origen de la libertad de conciencia de Ángel Alcalá (Brooklyn College, City University of New York http://www.servetus.org/en/about-sis/board/angel-alcala.php ), pp. 83-107. Los títulos, en mi opinión, vienen como anillo al dedo respecto a las frases de su hilo y que ut supra he recogido. Pero, ¿qué se dice en dichos artículos? VEÁMOSLO:

En el primero, el autor se propone, de manos de VOLTAIRE, a fijar el dualismo Inquisición-intolerancia del que fue víctima Miguel Servet; pero antes de penetrar en el enciclopedista, recoge varios testimonios de otros autores, ente ellos el del historiador inglés Edward Gibbson (1737-1794), el cual llegó a decir:

Estoy mucho más profundamente escandalizado por el solo suplicio de Servet que por los cientos de personas inmoladas en los autos de fe en España y Portugal.

Y de distintas obras de VOLTAIRE (insisto en las mayúsculas por no ser precisamente sospechoso) entresaca los siguientes comentarios:

Servet fue inmolado en persona por el propio Calvino.
Se puede juzgar a Calvino por la persecución que suscitó contra Castalion, hombre más sabio que él y que su envidia hizo expulsar de Ginebra, y por la muerte cruel en la que hizo perecer mucho después al desgraciado de Miguel Servet.
Disputaron por correspondencia [Calvino y Servet]. Calvino pasó a las injurias y de las injurias al odio teológico, el más implacable de todos los odios. Calvino obtuvo por traición las hojas de una obra que Servet hacía imprimir secretamente... Calvino hizo acusar a Servet por un emisario. ¡Qué papel para un apóstol!... Desgraciadamente Servet pasó por Ginebra. Calvino lo supo y le hizo detener en la hospedería de la Rosa... hizo la denuncia por medio de uno de sus discípulos que le servía de doméstico... Calvino... se entregó al furor de su odio teológico. Pedía tolerancia, de la que él tenía necesidad en Francia, y se armaba de intolerancia en Ginebra. Calvino tras el suplicio de Servet, publicó un libro en el que pretendía probar que era preciso castigar a los herejes. Cuando su enemigo fue hecho prisionero le prodigó las injurias y malos tratos que infligen los cobardes cuando son dueños. En fin, a fuerza de presionar a los jueces... le hizo quemar, y gozó de su suplicio... él que había levantado su voz tan alto contra las persecuciones.

Pero no sólo fue Voltaire; D’Alembert en su artículo "Ginebra" de la Enciclopedia habla de alma atroz de Calvino y de abominable asesinato de Servet.

El profesor Ferrer en su Conclusión nos ilustra con que Voltaire le dedicó atención a Servet durante cuarenta y cuatro años, hasta prácticamente la víspera de su muerte. Y el retrato que hace de Calvino es todo un rosario de calificativos que van desde el de infame, bellaco, criminal, cobarde, intolerante, bárbaro, salvaje, tunante, fatuo, detestable..., hasta el de asesino, caníbal, monstruo de orgullo y crueldad..., pasando por el de alma atroz y sanguinaria y el fanático más deshonesto que hubo en Europa.
A su vez, la muerte y suplicio de Servet son descritos como gran crimen, acción vituperable, verdadero asesinato cometido en ceremonia, violación criminal del derecho de gentes, crueldad de caníbal, insulto al derecho de las naciones, asesinato jurídico, ultraje a la nación española, etc.
 _________________________________________________________________________________

Para no cansaros, luego os endilgaré la sábana sobre la LIBRTAD DE CONCIENCIA.

En fin, EnEaS, Angell, Curro, Caperucita, FERROJOTA et allia, no creo que la opinión de don François Marie sobre Calvino esté en la línea de alabar su teoría de la libertad de conciencia.

Claro que, doctores tienen... la Historia y la Teología.

CONTINUARÁ...

GAIZTARRO 

Veo que el anzuelo Calvino-Servet engancha y algunos están disfrutando sobremanera lanzando sus andanadas. Bien, de eso se trata en esto de los blogs.

No sé si algunos de los participantes sabe que este 2009 algunos celebramos, sí celebramos, el 500 aniversario del nacimiento de Calvino. Dada la fecha, en el mundo protestante hay una verdadera riada de publicaciones sobre el personaje. Sin ir más lejos enhttp://www.protestantedigital.com (sitio donde también publica César y que yo frecuento) se ha escrito largo y tendido. Invitaría a quien lo desee a darse una vuelta por allí, más que nada para que prueben a ver las cosas desde un punto de vista diferente al habitual... Desde luego no para enzarzarme con nadie (ya lo dije antes) en el estéril "Y TÚ MÁS"

Simplemente permítaseme copipegar lo que sigue (sobre dos protestantes de los que me enorgullezco con moderación) de un artículo titulado "La ejecución de Servet en el V Centenario de Calvino":

"Dos grandes protestantes españoles en pleno siglo XVI se distanciaron de Calvino por haber éste dado su aval para la ejecución de Miguel Servet. Uno de ellos fue Antonio del Corro, inicialmente un decidido seguidor de los principios teológicos forjados por Juan Calvino, aunque preservó para sí una distancia crítica que se evidencia en posturas alejadas de las enseñanzas calvinianas. En los últimos diez años de su vida (1581-1591) del Corro prefiere desarrollar su ministerio en la Iglesia anglicana, en Londres, y se aleja del calvinismo del que, por otra parte, nunca fue un incondicional. Debió contribuir a su distancia crítica el hecho de que él mismo, hacia 1562-1563, recibe acusaciones por parte de calvinistas que le consideran “servetista”.

En noviembre de 1566, cuando Antonio del Corro llega a la ciudad de Amberes, la comunidad valona le pide signar la confesión reconocida por todas las iglesias calvinistas de los Países Bajos. Se trataba de la Confesión de Fe redactada por Guy de Brès en 1561, y que había sido adoptada por el Sínodo de Amberes en ese mismo año de 1566. Antonio del Corro se niega a firmar el documento, lo hace por no compartir el tono anti anabautista de los artículos 34 y 36.

El otro español que supo por propia experiencia el significado de lo que es ser perseguido, y que reprueba el cruel asesinato de Servet es nada menos que Casiodoro de Reina, el traductor de la Biblia al castellano. En 1557 Casiodoro, junto con otros doce integrantes del núcleo evangélico conformado en el monasterio de San Isidoro del Campo, en Sevilla, huye y evade a la Inquisición. Se instala en Ginebra, de la que decide salir porque consideraba que la ciudad se había vuelto “una nueva Roma” (Justo L. González, Luces bajo el almud, Editorial Caribe, 1977, p. 60).

Casiodoro de Reina se opone al radicalismo imperante en la Ginebra de Calvino, y “llega a criticar públicamente el haberse condenado a la hoguera unos años antes a su compatriota Miguel Servet” (Enrique Fernández y Fernández, (Las Biblias castellanas del exilio, Editorial Caribe, 1976, p. 113). Cuando se le pregunta a Casiodoro de Reina la razón por la cual había sido quemado Servet, responde: “por falta de caridad”.

http://www.protestantedigital.com/new/nowleernoticia.php?r=303&n=15064

UTECO

EL SÍNDROME DE AMENÁBAR, o de la Historia, el ascua y la sardinita (y II).

Si leer a Voltaire, a través del artículo de José A. Ferrer Benimeli, me dejó turulato, la lectura de La sinrazón de la intolerancia en Tomás de Aquino y Juan Calvino: su rechazo por Miguel Servet, origen de la libertad de conciencia de Ángel Alcalá (Brooklyn College, City University of New York), pp. 83-107, ME DEJÓ “LISTOPAPALES”; sobre manera eso de la Constitución Useña. Y A CUADROS ME QUEDÉ al comprobar que Calvino no sólo es que no apoyó la LIBERTAD DE CONCIENCIA sino que la NEGÓ. VÉASE:

SERVET FRENTE A CALVINO EN EL ORIGEN DEL DERECHO A LA LIBERTAD DE CONCIENCIA

Aunque algunos herejes especialmente ilustrados (Hus, Wicleff) invocaron la libertad de conciencia... todo parece indicar que Erasmo [...] y el anabaptista Hans Hubmeier fueron los primeros en señalar la total falta de garantías bíblicas y teológicas de la intolerancia religiosa y en reclamar, en consecuencia, la libertad individual de conciencia [...] A este respecto, todo cambió, poco a poco, con motivo de la enorme conmoción suscitada por el proceso instruido en Ginebra contra Miguel Servet a instancias de Calvino y la consiguiente discusión entre éste y Sebastian Castellio. Precisamente fue Servet quien a sus veinte años, reclamación cristiana de la libertad de conciencia e investigación. [...]

El fiscal, (del proceso de Ginebra) que rechazó la petición de Servet de ser absuelto por haber cometido sólo un delito de opinión, dedicó toda una sesión a intentar rebatirle. El acusado respondió con esta frase lapidaria: «En materias académicas no hay acusación, y en las discusiones cada uno debe poder mantener su causa, aunque el adversario estime que corre riesgo de condenarse». [...]

Calvino mismo entró en la discusión y dejó de momento sin respuesta esta pregunta que Servet le dirigió por escrito: “Si no sabe perfectamente que no es oficio de un ministro del evangelio (—de un sacerdote, de un inquisidor—) transformarse en acusador criminal, ni perseguir judicialmente muerte a un hombre [...]. Las cuestiones doctrinales no deben ser objeto de acusación criminal por parte de los doctores de la Iglesia”.

La victoria teológica de Servet fue total en términos dialécticos, pues el fiscal retiró este punto de la acusación; pero ello no impidió que el genial e ingenuo Miguel fuera condenado a muerte.

Como con Marian Hillar hemos podido demostrar, el holocausto de Servet, además de su doctrina personal en contra de la intolerancia y a favor de la libertad de conciencia, fue el punto de partida del movimiento que, desarrollado por Castellio, y pasando sin solución de continuidad por los socinianos polacos desterrados a Amsterdam, Spinoza, Locke y otros, desembocó en el reconocimiento de esa libertad en la Constitución del naciente Estados Unidos y, por su influjo y prestigio, reconocida como derecho natural en todas las constituciones democráticas. Para Calvino, como para la Iglesia de la Inquisición, era una novedad punible, cuando era la más antigua y auténtica tradición. «Están tan cautivados —escribe Calvino— por el placer de la novedad, cualquiera que ella sea, que sólo por ella aceptan errores desconocidos y se arrojan a ambiguas discusiones entre sí». Como es sabido, Calvino se vio en el menester de defenderse, y lo hizo en un folleto que comenzó a redactar inmediatamente. Se titula “Defensa de la fe ortodoxa sobre la Sagrada Trinidad contra los prodigiosos errores del español Miguel Servet”. Interesa comentar que en la sección titulada precisamente, casi al estilo tomista, «Si a los príncipes y jueces cristianos les es lícito castigar a los herejes», los argumentos que a favor aduce coinciden con los clásicos, tan pobres, de la tradición católica. «Abundan hoy los tipos turbulentos a quienes, si hubiera libertad para expresar a tontas y a locas cuanto se les ocurre, nada dejarían de demoler en su audacia desenfrenada. No es extraño que tanto les sonría la impunidad, madre del libertinaje» [...]

Siguiendo la tradición católica, Calvino pretende apoyar en textos de Jeremías, Hilario, Agustín y otros el exterminio de los enemigos de la fe, pero distingue entre el uso excesivo e ilícito de coerción y el moderado y lícito [...]

Respecto a Servet [dice Calvino] ¿quién osó honrar a tal monstruo con el título de mártir? Como rectamente define Agustín, a un mártir le hace la causa, no el suplicio. Y si no es mártir, ¿por qué quién lo decretó no ha de ser estimado más como severo juez que como cruel perseguidor? Nada impide que sea obligación del magistrado coercer a los herejes con espada y castigos, pues siendo apóstatas de la fe verdadera se complacen en embaucar a los demás. [...]

A la vez que Calvino redactaba su apología [...] el grupo que con acierto ha sido llamado «círculo de Basilea», reunía bajo la dirección de Sebastian Castellio una serie de textos desde los propios y de Lactancio, Agustín, Crisóstomo y Jerónimo hasta Erasmo y un buen número de reformadores (Brenz, Seb. Franck, Hedio, Schenk, Brunfels, Pellikan, Curio y otros) para demostrar que muy otro que ese inquisitorial debe ser el trato que se ha dar a los herejes. Se imprimió a los pocos meses que el del reformador de Ginebra y constituye el primer monumento antológico del renacimiento de la libertad cristiana de conciencia. Gozó de gran divulgación en los ambientes norteuropeos... Tal respuesta —concretamente y punto por punto a la apología de Calvino— llegó de la pluma de Castellio en la trascendental discusión entre ambos en forma de diálogo que lamentablemente no vio la luz hasta 1612, mucho después de la muerte de su autor: “Contra el libelo de Calvino en el que intenta mostrar que los herejes deben ser exterminados según derecho”.

La inmensa riqueza teórica de este importantísimo libro no se puede resumir en unas líneas, ni en unas páginas. Habrá que resignarse aquí a entresacar unos pocos puntos. [.... Y YO RESUMO MÁS AUN].
Una de las penetrantes observaciones de Castellio se refiere a que el uso de la fuerza en discusiones intelectuales es siempre muestra de debilidad: «Consciente de la debilidad de la palabra, recurre a la fuerza armada». Pero hay una diferencia esencial entre la posición de Calvino y de la Iglesia católica. Castellio ataca a Calvino por estar éste convencido de que sólo su opinión, su propia interpretación de la Escritura, siempre oscura en sí, es clara y segura. La cuestión se plantea, pues, en un terreno de competición personal. [...]

Las invectivas de Castellio tras la huella de Servet, perfectamente razonadas en la más pura sazón teológica y bíblica, se suceden así a lo largo de esta obra que debería circular en las escuelas e iglesias como manual de la convivencia interreligiosa. «Propio del lobo es devorar carne cruda. No son lobos, pues, quienes son matados, sino quienes matan», responde al dicho de Jesús «os envío en medio de lobos». ¿Tendrá que ser destrozado todo el cuerpo de Cristo para que un miembro podrido quede intacto?, interroga Calvino. E insiste de nuevo Castellio: «Matar a un hombre no es amputar un miembro. Cuando se mata a un hombre, no se le amputa del cuerpo de Cristo, sino de la vida del cuerpo. De lo contrario, si la muerte del cuerpo fuera una amputación, todos los que mueren serían amputados de la Iglesia».

Una de las secuencias más interesantes contradice la interpretación tomista e inquisitorial de la parábola de la cizaña, que Castellio, por supuesto, explica en sentido paulino: «Cristo manda dejarlos hasta la siega, no sea que con ellos se arranquen los buenos, porque mejor es que los malos vivan hasta el juicio que el que un solo bueno se pierda por destruir a los malos». ¿Hay alguien que crea que su propia religión es falsa? Los judíos erraron al perseguir a Cristo y a los apóstoles. El Papa yerra al perseguir a luteranos y zwingiianos. Enrique de Inglaterra yerra al perseguir a papistas, luteranos, zwinglianos y anabaptistas. Lutero yerra al llamar demonios a los zwingiianos y condenarlos al infierno. ¿Sólo los zwinglianos y los calvinistas van a estar libres de error? ¿Sólo ellos se van a sentar en el tribunal de Cristo, juzgar a los herejes y condenarlos a muerte? [...]

Como antes se apuntó, ni siquiera la Reforma se atrevió a criticarlas y a dar el paso decisivo que asestara el golpe mortal a la inveterada intolerancia de las jerarquías cristianas. Fue necesario el sacrificio de Miguel Servet y la profunda reflexión teológica que en su brillante obra llamó Williams «reforma radical» —anabaptistas, antitrinitarios, espiritualistas—para que se iniciara el movimiento de defensa del derecho natural a la libertad de conciencia que hoy disfrutamos en los países democráticos y que las iglesias han aceptado al fin. Si con pleno convencimiento o no, sólo podrá decirlo la historia futura.

TOTAL, QUE COMO AMENÁBAR, ANTE LA HISTORIA TODOS ARRIMAN EL ASCUA A SU SARDINA. Y CLARO, YA UNO NO SABE A QUIÉN CREER...

¡PERDÓN, DON CESAR: O YO NO SÉ LEER O NO SÉ QUÉ ES UN DISPARATE (CON BUENA O MALA FE)!

Y no se lo tome a mal: prefiero corregir yo a mis hijas a que venga uno de la calle a hacerlo...

UTECO

LA HISTORIA, sine ira et studio

Decía QUINTILIANO [Instituciones, 10, 1, 31]: Scribitur ad narrandum, non ad probandum [=se escribe para narrar, no para probar]. Por ello, toda obra que lleve en su frontispicio el responsable timbre de histórica, debe de carecer de cualquier tipo de creación, y aun recreación literarias, ya que éstas estarían dentro del terreno de la elocuencia.

CORNELIO TÁCITO, el historiador latino más profundo e imparcial ―el investigador de las causas de los males― promete relatar los hechos sine ira et studio a partir de Tiberio: De ahí mi designio de tratar brevemente y sólo de los postreros momentos de Augusto, y luego el principado de Tiberio y lo demás sin encono ni parcialidad, para los que no tengo causas próximas. [Annales. Libro Primero, 1.3]
Pero esta declaración no se entendería en su plenitud si no se reproducen las líneas que la preceden: Así, la historia de Tiberio y de Gayo [alude a Calígula] y la de Claudio y Nerón se escribió falseada por el miedo mientras estaban ellos en el poder; tras su muerte, amañada por odios recientes. [Ibidem, I.1.2].

El HISTORIADOR, pues, ha sacudirse la ira, la cólera, la indignación, el furor, el rencor, la rabia, la venganza, el encono, la violencia, el ensañamiento, la impetuosidad, la furia, la saña, el encarnizamiento, el odio, el aborrecimiento, el resentimiento, la incomodidad, la enemistad, la injuria, la aversión... ―que a todo ello es trasladable ira―.
Pero, sobre todo, descargarse de studio, cuyo significado aquí NO ha de trasladarse al español como estudio, sino como afecto, simpatía, inclinación, pasión y, más que nada, parcialidad política.

Pero si la ira puede desdeñarse, es dificilísimo, por no decir imposible, sacudirse el yugo de la «parcialidad política», pues políticamente se discrepa hoy, de tantos y tantos, en básicas y elementales cuestiones. Y ello es así, pues el término política ha de entenderse aquí en sus undécima y duodécima acepciones académicas, o sea: «Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado» y «orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado».

Así, PLATÓN, recomendaba: Vosotros, por vuestra parte, si me hacéis caso, habéis de preocuparos por Sócrates poco, de la verdad mucho más; si os parece que digo la verdad, reconocedlo; si no, oponeos con toda clase de argumentos, procurando que mi celo no nos engañe ni a mí ni a vosotros, y me marche como una abeja habiéndoos dejado el aguijón metido dentro. [Fedón, 91b-91c]

Sin embargo, ARISTÓTELES, al principio del Libro Primero de su Ética Nicomáquea, que trata Sobre la Felicidad, hace una refutación de la idea platónica del Bien; y, al frente de su argumentación, dice a manera de excusa hacia su maestro: Quizá sea mejor examinar la idea del bien universal y preguntarnos que quiere decir este concepto, aunque esta investigación nos resulte difícil por ser amigos nuestros los que han introducido las ideas. Parece, sin embargo, que es mejor y que debemos sacrificar incluso lo que nos es propio, cuando se trata de salvar la verdad, especialmente siendo filósofos; pues, siendo ambas cosas queridas, es justo preferir la verdad. [Ética Nicomáquea, Libro I, 1096a, 11-15]

¡PALMARIS: CREO QUE LO HABÉIS ENTENDIDO!

Como también comprenderéis que era muy importante para mí colgar estas citas; sobre manera, después de mis dos comentarios de ayer tarde... (Comentarios 83 y 101)